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Hoja de Papel en Blanco - La Capital

  • Foto del escritor: El caminante
    El caminante
  • 29 jun 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 14 jul 2020


Tenochtitlán

Es un paisaje de agua e islas

es como mi Tabasco natal y los grandes ríos

El agua es hermosa y las flores que florecen sobre ella y a su lado

los ríos y pantanos de mi país

no tienen vistas tan lejanas como las que vemos aquí

pero son más misteriosas

Tenochtitlán no es una ciudad surgida de la tierra misma

Fue construido sobre árboles arrastrados por el barro por los aztecas

que conquistaron elpaís y que ahora deben ser conquistados a su vez

En el aire se respira siempre el olor a sangre


-Malinche-




La ciudad de Comalcalco tenía oportunidades educativas limitadas, al terminar la secundaria no había buenas opciones de continuar preparatoria, por lo que, si quería continuar mis estudios la vía más factible era regresar a la capital tal como mis hermanos mayores Felipe y “La nena” lo hicieron antes que yo.


A la edad de 13 años estaba destinado mi regreso a mi ciudad natal, la imponente ciudad de México, alejado de mis padres y de mis demás hermanos. Sin planearlo mucho, mi primera meta se cumpliría: salir del pequeño pueblo de Comalcalco y dirigirme a la gran metrópoli de la gran ciudad de México.


Las escuelas públicas en la ciudad de México no eran muy amigables para aceptar alumnos foráneos o de provincia, término que se le otorgaba a todo aquel que viniera y quisiera rehacer su vida en la ciudad de México. Al igual que, si no se tenían las conexiones políticas o el dinero para sobornar a los directores de las escuelas, era difícil que pudieras inscribirte. Como yo no tenía ni el dinero ni las conexiones políticas en ese entonces, tuve que esperar todo un ciclo escolar para poder inscribirme al año siguiente. 


Mi estancia mientras tanto sería en la casa de la abuela Doña Tere, una mujer de carácter fuerte y con tradiciones enraizadas a la antigua, que desde muy joven había ayudado a criar a sus hermanos al fallecer su madre y luego cuido de hijos de crianza que le cedían familias sin recursos. Mi abuela fungía como la administradora de la vecindad.


La vecindad, un edificio antiguo de dos pisos con su portón de madera en medio de dos hileras de apartamentos separados por un largo patio central, ahí doña Teresa, mi abuela, pasaba la mayor parte del día ocupada atendiendo asuntos de los inquilinos. Esto representó para mí el no tener ataduras y con tiempo en mis manos para explorar mis alrededores.  Sin plan y sin itinerario me dedique a caminar y caminar por las calles de la gran urbe. 


En esos recorridos diarios descubría parques, museos y monumentos de la ciudad.  Así fue como llegue a visitar el palacio de gobierno de la ciudad de México, el museo de El Chopo, La Torre Latinoamericana, El Palacio de Las Bellas Artes y el Parque Chapultepec, por nombrar algunos sitios.


Así como yo antes exploraba las ruinas y la selva en Tabasco, ahora me enfrentaba ante lo desconocido de esta gran ciudad. El hecho de que no estuviera inscrito en alguna escuela no me importaba. No sentía que estuviera perdiendo el tiempo ya que todos los días descubría y aprendía algo nuevo.


En uno de esos viajes exploratorios hacia El Parque de Chapultepec, descubrí el juego de ajedrez y al observar intrigado como la gente jugaba, quise saber más de él. En ese momento había quedado fascinado y quería aprender a jugarlo así que siguiendo las instrucciones en una enciclopedia empecé a dar mis primeros movimientos y muy pronto comencé a retar a jugadores del parque.  Pronto empecé a participar en torneos de ajedrez de la ciudad.


En mis caminatas de exploración por la ciudad, tuve un encuentro con unos puestos muy peculiares de intercambio de revistas, no precisamente donde compras revistas y periódicos nuevos, sino que estos sitios se dedican a comprar, vender e intercambiar revistas o cualquier tipo de material impreso. Aquí se te permitía revisar, hojear, inspeccionar y leer el material que quisieras antes de comprarlo y podías escoger de los montones de revistas y bultos de periódicos lo que quisieras inspeccionar. En mi caso mi intención nunca fue comprar, solo leer lo más que pudiera.


Me admiraba encontrar periódicos impresos de la época de la revolución mexicana, conocer el día a día los sucesos de la guerra redactada tal y como había sucedido y con la presencia de los actores históricos. Me perdía leyendo escritos de los hermanos Flores Magón. Estaba leyendo y aprendiendo la historia de México de voz directa de los que formaron parte de la historia. Como puedes imaginarte, me la pasaba horas y horas hojeando, viendo fotos y leyendo estas revistas antiguas. Aunque el ajedrez para entonces se había vuelto una obsesión, el visitar los puestos de revistas lo encontraba educativo y relajante.


Por dos años aproximadamente me la pase explorando la ciudad de México. Era tiempo de regresar a la escuela. La tía Angélica a través de sus hermanos Los Brito quienes estaban muy conectados con el Partido Revolucionario Institucional me ayudaron a, finalmente, matricularme en mi segundo año de secundaria. El estar en la escuela me facilito el seguir participando en torneos de ajedrez.  El terminar la secundaria no fue muy difícil y con mis calificaciones fui aceptado en una preparatoria con un sistema educativo novedoso semi-abierto.


Debido a los problemas políticos de gobiernos militares en otros países, gente con diversas profesiones llegaba de países como; Chile, Argentina y Uruguay. Un gran número de inmigrantes se colocó en el sector educativo al igual que el artístico y cultural y los problemas y temas que afectaban a esos países sudamericanos se hacían presentes en la vida cultural de México. Debido a esto, la música folclórica del sur del continente se escuchaba por la ciudad. La letra de muchas de las canciones con contenido social, además de ser bellas y poéticas me ayudaron para despertar mi conciencia. Nuevos instrumentos musicales invadieron a la cultura mexicana como el charango, la quena y el bongo. 


Por su parte la música de Argentina, Uruguay y Chile tenían un toque poético que a la vez era de protesta.  Para mí, ambos tipos de música me parecieron muy formativos y apropiados a la época. Como ejemplo te invitaría a que escucharas la melodía tradicional andina “El Cóndor Pasa” y la canción, “Gracias a La Vida” de la compositora chilena Violeta Parra. De la República Argentina Facundo Cabral con su interpretación “No soy de aquí, ni soy de ella” o Atahualpa Yupanqui con su versión de “Los ejes de mi carreta”. También tuve la fortuna de escuchar música de España, no podía faltar el canta autor catalán Joan Manuel Serrat con su canción “Mediterráneo” y toda su colección de poesía musical. Yo crecí escuchando y admirando este tipo de música denominada “de protesta”.


En todo México al igual que en muchos países del mundo, hubo mucha actividad de movimientos izquierdistas en la década de los 60s y 70s.  De los más conocidos en la ciudad son en los que la mayoría eran estudiantes universitarios quienes fueron perseguidos, encarcelados, desaparecidos o acribillados.  Una de esas marchas y matanza de estudiantes sucedió en San Cosme a pocas cuadras de donde vivía mi abuela. Todavía en mi memoria quedan los recuerdos de ese 10 de junio de 1971.


Los problemas socio-políticos continuaron en el país entre estudiantes y gobierno federal. Me quedaron claras las conexiones entre tipos de gobierno y sus consecuencias, las cuales se hacían evidentes ante la presencia de hechos represivos.  Aun así, decidí participar en varias marchas y mítines políticos y me involucré en grupos estudiantiles.


Muchos de los inmigrantes de Sudamérica empezaron a trabajar como maestros a nivel universitario y otros a nivel preparatoria. En una ocasión recuerdo haber visitado un edificio dentro de las instalaciones de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), al adentrarme en lo que parecía una casona abandonada, me encontré con varias aulas ocupadas por grupos de estudiantes.  Sin pupitres o escritorios y los alumnos sentados en el piso, el que fungía como maestro daba una explicación de su tema.


Después averigüe que no había ningún requisito para estar en esas “clases”. Nadie tomaba asistencia, tu presencia era estrictamente voluntaria. Si querías ibas, y si no, pues nadie te reclamaría. En otras palabras, si querías aprender, te hacías presente, y si querías aprender otra cosa, abandonabas la clase y te ibas a otra, así de fácil.  Un sistema de escuela abierta con aprendizaje autodidáctico a su más pura expresión.


El sistema educativo en México empezó a tener una apertura a nuevas metodologías, por ejemplo, en el Colegio de Bachilleres, donde cursé mis estudios de preparatoria, uno podía escoger sus programas de estudios con tendencias a la carrera universitaria que uno seguiría. Este nuevo sistema contrastaba con un sistema más rígido de tres años de prepa tradicional. 


A mí me favoreció lo flexible de este nuevo sistema y se adaptaba a mis prácticas de conocer la ciudad en mi tiempo libre, y lo más importante me daba tiempo para ir a jugar en clubes de ajedrez, cafeterías o parques donde se pudiera jugar una partida de ajedrez.


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Hoja de Papel en Blanco fue escrito originalmente en inglés como parte de un

proyecto de mi maestría en la primavera del año 2008

Versión en español escrita y traducida por : Fernando Gómez Diaz Durán

Versión en español editada por : Andrea Soler Gómez


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